Cuando tratas a los demás como quieres ser tratado, te liberas


Esta semana, en la comunidad del Mensaje nos propusimos observar un principio de acción válida.
Yo escogí el principio 10. El principio de solidaridad:

Cuando tratas a los demás como quieres que te traten, te liberas.

Me surgió una reflexión muy sentida.

Cuando pienso mal sobre otro, cuando lo juzgo, lo critico por su apariencia física, cuando en mi mente le pongo sobrenombres ofensivos  -incluso si nunca se lo digo a nadie- estoy movilizando mi dirección mental por un camino que se opone al principio de solidaridad.

No me siento coherente cuando hago bromas crueles sobre otros. Siento que mi humor se ha vuelto muy negro. Y creo que he formado algunas relaciones en las que prepondera este tipo de humor.

Siento que en esas relaciones aumentó la violencia. Entre broma y broma decimos cosas que duelen. Y nos reímos, de nosotros, de otros y del mundo.

Queremos reírnos, queremos divertirnos. Y el mundo nos parece tan cruel, tan ilógico, tan injusto. Nuestra risa es una queja, una critica, un pequeño escape.

No es una risa liberadora o reconciliadora, es una risa que pesa. Y para reírnos tenemos que buscar el error y el defecto permanentemente.

Siempre he tenido un humor negro, con sarcasmo. Antes pensaba que un par de bromas podían movilizar al otro a resolver algún conflicto interior. Y a veces resultaba. Pero ahora pienso, ¿quién soy yo para decir si alguien tiene un conflicto o no, si debe resolverlo o no y si debe hacerlo hoy o mañana?

¿Quién soy yo para decirle a otros cómo deben vivir su vida?

Veo lo que no me gusta del mundo y me burlo. Libero un poco de la tensión que me genera. Pero me quedo ahí, en la queja.

El problema no es reírse. Es el tipo de humor que descalifica, que juzga, que critica. No es la risa libre, liviana, de alegría pura, de amor.

Mi mayor virtud es la alegría. Pensé que con el humor negro podía hacer sonreír a mucha gente y si no les hacía sonreír, al menos, los dejaría reflexionando. No, no, no, no.

Quiero ser alegría suave, liviana, respetuosa, acogedora y esperanzadora. Quiero mirar el  mundo con otros ojos, ver lo positivo y avanzar desde allí. Quiero cambiar el mundo, no agregarle más crueldad.

Quiero ser el cambio que deseo para el mundo y eso implica tratar a los demás como quiero ser tratada, incluso en mis pensamientos.

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